Frase del día

jueves, 28 de junio de 2018

La Caida de Gondolin




Estamos a poco más de dos meses de que llegue The Fall of Gondolin, la historia de la caída del reino escondido de los Noldor, en el valle secreto de Tumladen rodeado por las montañas circundantes. En esta publicación haremos un viaje por varios acontecimientos de la vida de Tolkien que pudieron haber inspirado este primer relato en prosa sobre la Tierra Media escrito en 1917, aunque en el Silmarillion quedó resumido en 6 páginas, su extensión original es de 34 páginas y posteriormente 35 páginas inconclusas que terminan bruscamente en la llegada de Tuor a Gondolin.

1. El viaje de Tuor rumbo al Mar y la visita de Ulmo

La primera parte del relato nos cuenta la infancia de Tuor y como fue esclavizado durante muchos años hasta que en una oportunidad logró escapar convirtiéndose en un proscrito. Tiempo después viaja hacia las costas de Nevrast donde al contemplar el Belegaer, el Gran Mar, se enamoró de él, y llevó siempre en el corazón y en el oído el sonido y la nostalgia del mar y es en este punto donde recordamos el viaje de vacaciones de Tolkien de 1914 en Cornwall, en la península de Lizard.
«Fuimos por el páramo hasta la parte superior de los riscos de Kynance Cave. Nada que te diga en· una carta puede comunicar esa visión. El sol te golpea y la enorme marea del Atlántico rompe y estalla contra las rocas y los arrecifes. El mar ha labrado en los farallones extraños tubos de órgano que producen sonidos de trompetas o lanzan espuma como ballenas, y en todas partes se ven rocas negras y rojas y espuma blanca contra el violeta y el verde transparente del mar». Esa visión de la costa de Cornualles y el océano nunca pudo olvidarla, y se convirtió en su paisaje ideal.
(Biografía de Tolkien: Cuentos Perdidos)
Fue en estas costas donde Ulmo se le apareció a Tuor y le ordenó que abandonara ese sitio y buscara el reino escondido de Gondolin y donde conoció a Voronwe, último emisario de Turgon que intentó llegar a Valinor por ayuda.


2. El viaje de Tuor y Voronwë rumbo a Gondolin.

Tuor y Voronwë partieron juntos hacia el reino escondido de Gondolin y su viaje en la oscuridad; del cual hay poco que decir, pues la sombra de Ulmo estaba sobre Tuor, y nadie los vio pasar por bosque o por piedra, por campo o por valle, entre la puesta y la salida del sol. Pero siempre avanzaban precavidos evitando los cazadores de ojos nocturnos de Morgoth y esquivando los caminos transitados de los Elfos y los Hombres. Voronwë escogía el camino y Tuor lo seguía y por fin llegaron a las puertas escondidas de Gondolin. Nuevamente regresamos al viaje de verano de 1914 de Tolkien sobre su expedición a los pueblos cercanos de la playa de Lizard. Escribe Tolkien:
«El camino de regreso a casa, después del té, se inició en un rústico escenario “de Warwickshire”, descendiendo luego hasta las costas del río Helford (casi como un fiordo), para subir a continuación por caminos “de Devonshire” hasta la costa opuesta; entonces entramos en un campo más abierto donde nuestro camino se trenzaba y zigzagueaba y se enredaba y subía y bajaba hasta que cayó el sol rojo y casi llegaba el ocaso. Después de aventuras e indicaciones alcanzamos las tierras bajas y desnudas “de Goonhilly” y allí nuestros pies doloridos hallaron cuatro millas de hierba. Era de noche cuando llegamos a las proximidades de Ruan Minar, y volvimos a caer en las idas y vueltas. La luz se hizo “misteriosa”. A veces nos metíamos entre los árboles, y los murciélagos y los búhos nos ponían la piel de gallina; otras un caballo asmático detrás de un cerco o un cerdo viejo con insomnio nos hacían saltar el corazón, o quizá no ocurría nada peor que meterse en un arroyo imprevisto».
(Biografía de Tolkien: Cuentos Perdidos)  
Tuor y Voronwë fueron recibidos en Gondolin y dieron el mensaje de Ulmo al Rey y le advirtieron que la Maldición de Mandos se precipitaba ahora e iba a cumplirse, y que todas las obras de los Noldor perecerían; y le dijo que partiera y abandonara la poderosa ciudad que había construido y bajara por el Sirion al mar.

3.  Tuor en Gondolin

Y Tuor permaneció en Gondolin, subyugado por la beatitud y la belleza de esas tierras y la sabiduría de la gente; y se hizo poderoso de mente y estatura, y aprendió a fondo la ciencia de los Elfos exiliados. Entonces el corazón de Idril se volvió hacia él, y el de Tuor hacia el de ella; En la primavera del año siguiente nació en Gondolin Eärendil Medio Elfo, el hijo de Tuor e Idril Celebrindal.

En cuanto a Tolkien Al final de sus largas vacaciones de 1914 se dirigió a Nottinghamshire para pasar unos días en la granja que su tía Jane gobernaba con los Brookes-Smith y su hermano Hilary. Allí escribió un poema. Lo encabezaba la línea del Crist de Cynewulf que tanto le había fascinado: ¡Eala Earendel engla beorhtast! Su título era The Voyage of Earendel the Evening Star (El Viaje de Earendel, la estrella vespertina), y empezaba así:
Earendel sprang up from the Ocean’s cup In the gloom of the mid-world’s rim; From the door of Night as a ray of light Leapt over the twilight brim, And launching his bark like a silver spark From the golden-fading sand Down the sunlit breath of Day’s fiery death He sped from Westerland 
Eärendel se elevó por la senda de las sombras en el borde del silencioso Océano; a través de la puerta de la noche como un rayo de luz donde las costas son abruptas y opacas  empujó su barca como una chispa de plata desde las últimas arenas solitarias; y en los vientos que reflejaban ese flameante ocaso se marchó de las Tierras del Oeste. 
(El Libro de los Cuentos Perdidos) 


4. El sitio de Gondolin; la traición de Meglin

Una vez, y cuando Eärendil era todavía joven, Maeglin se perdió y así ocurrió, como lo quiso el destino, que Maeglin cayera en manos de los Orcos y fuera llevado a Angband y compró su vida y su libertad revelándole a Morgoth el sitio preciso de Gondolin y los caminos por los que se podía llegar a ella y atacarla. Por último, en el año que Eärendil cumplió siete años, Morgoth estuvo preparado, y lanzó sobre Gondolin a Balrogs y Orcos y Lobos; y con ellos iban dragones de la estirpe de Glaurung, numerosos y terribles.

Ahora bien, cuando Tolkien escribe The Voyage of Earendel, a fines del verano de 1914, Inglaterra ha declarado ya la guerra a Alemania. En respuesta a la petición de Kitchener, los jóvenes se alistaban por miliares. Mientras la mente de Tolkien elaboraba los orígenes de su mitología, él se preparaba para Schools, el examen final de Lengua y Literatura Inglesas. El mismo comenzó la segunda semana de junio de 1915, Y Tolkien obtuvo Honores de Primera Clase. En consecuencia, podía albergar esperanzas de conseguir un trabajo académico cuando terminara la guerra; pero hasta tanto eso no sucediera, debía cumplir su misión como subteniente de los Lancashire Fusiliers.



5. La organización de los Gondothlim

Entonces atravesaron el valle jinetes jadeantes con nuevas enviadas por los centinelas de las cimas; y hablaron de las huestes flameantes y de las siluetas parecidas a dragones y dijeron: -Melko se aproxima. -Un enorme temor y una inmensa angustia se apoderaron de esa hermosa ciudad, y las calles y los caminos apartados se inundaron de llantos de mujeres y lamentos de niños y las plazas de soldados que se congregaban y tintineo de armas. Se desplegaron todas las banderas brillantes de todas las grandes casas y todos los linajes de los Gondothlim. Así iban ataviadas las once casas de los Gondothlim con sus símbolos y emblemas, y la escolta de Tuor, la hueste del Ala, era considerada como la duodécima casa. Su jefe Tuor tenía una expresión sombría y no espera vivir por largo tiempo; y en la casa construida sobre las murallas Idril se cubre con una cota de malla y va en busca de Eärendel.

Mientras tanto, en 1916, Tolkien y recién esposa Edith habían decidido que mientras durara la guerra ella no tendría un hogar permanente: se instalaría en habitaciones alquiladas tan cerca como fuera posible del campamento de su esposo. Con su prima Jennie (que aún vivía con ella) fue a Great Haywood, un pueblo de Staffordshire próximo al actual campamento de Ronald. Pero apenas pudo ver instalada a Edith cuando recibió la orden de embarque, y al atardecer del domingo 4 de junio de 1916 partió hacia Londres y desde allí a Francia. Todo el mundo sabía en Inglaterra desde hacía algún tiempo que «El gran empujón» era inminente. Durante 1915 el Frente Occidental había permanecido prácticamente inmóvil; y ni el gas venenoso de Yprès ni la masacre en masa de Verdun habían alterado las líneas más que unos pocos kilómetros. Pero ahora que cientos de miles de nuevos reclutas surgían de los campos de instrucción para formar el Nuevo Ejército, era evidente que ocurriría algo espectacular.

6. La batalla de Gondolin

Los Monstruos atravesaron el valle y las blancas torres de Gondolin se tiñeron de rojo ante su cercanía; pero los más valientes se aterrorizaron al ver a los dragones de fuego y las serpientes de bronce y de hierro que ya rodeaban la colina de la ciudad; y en vano les dispararon flechas. Entonces los mecanismos y las catapultas del rey arrojaron una lluvia de dardos y piedras y metal derretido contra esas bestias despiadadas, y el embate hizo retumbar sus cuerpos huecos, pero no sirvió de nada porque eran indestructibles y desde su interior salían llamas ondulantes. Entonces las más grandes se abrieron por la mitad y por las aberturas salieron innumerables Orcos, los trasgos aborrecibles; y nadie puede describir el brillo de sus cimitarras ni el destello de las lanzas de hojas anchas con las que daban estocadas.

Entonces Rog de la Casa del Martillo Iracundo lanzó un fuerte grito y todos sus guerreros y los del linaje del Árbol con el valeroso Galdor se arrojaron contra el enemigo. Los golpes de sus enormes martillos y de sus garrotes retumbaban en las Colinas Circundantes y los Orcos caían como hojas; y los de la Golondrina y del Arco les arrojaban un diluvio de flechas como las oscuras lluvias del otoño, y el humo y la confusión derribaban por igual a los Orcos y a los Gondothlim. Ésa fue una batalla portentosa pero, a pesar de su valor y debido a la fuerza de las huestes cada vez más numerosas, poco a poco los Gondothlim se vieron obligados a retroceder hasta que los trasgos se apoderaron del norte de la ciudad.

De todos los hechos de valor desesperado que allí llevaron a cabo los capitanes de las casas nobles y sus guerreros, y no fue Tuor el menos valiente, mucho se cuenta en La caída de Gondolin: la lucha de Ecthelion de la Fuente con Gothmog Señor de los Balrogs, librada en la misma plaza del rey, en la que se dieron muerte el uno al otro; y la defensa de la torre de Turgon, hasta que fue derribada; y grandes fueron la caída y ruina de la torre, y la caída de Turgon

En cuando a Tolkien, después de tres semanas de entrenamiento en Étaples el batallón salió para el frente. El viaje en tren se hizo muy lento debido a las innumerables detenciones que sumó, y pasaron más de veinticuatro horas antes de que el paisaje chato y uniforme del Paso de Calais diera lugar a un terreno montuoso en que un río canalizado, bordeado de álamos, pasaba junto a las vías. Era el Somme y ya se podían oír las descargas. Pronto estuvieron en el campo de Picardía. A ambos lados de la recta carretera se acabaron las casas y aparecieron extensiones cubiertas de rojas amapolas o amarillas flores de mostaza. Empezó a llover a torrentes, y en apenas un instante la polvorienta superficie del camino se convirtió en un fango blanco como la tiza. El jueves 6 de julio el 11.º batallón de los Lancashire Fusiliers entró en acción. La fecha de su primer combate fue la designada por el mando aliado para iniciar una gran ofensiva, y su regimiento debía unirse con la 7.ª Brigada de Infantería para atacar la ruinosa aldea de Ovillers, aún en poder de los alemanes. El ataque no tuvo éxito, porque una vez más las alambradas del enemigo no habían sido debidamente cortadas, y muchos hombres del batallón de Tolkien perecieron a causa del fuego de ametralladoras. Pero él salió ileso, y después de cuarenta y ocho horas de vigilia se le concedió el derecho a dormir en una excavación. Veinticuatro horas más tarde su compañía fue relevada. Al regresar a las cabañas de Bouzincourt encontró una carta de  Geoffrey Bache Smith, su gran amigo de T.C.B.S, que servía en la Marina:
15 de julio de 1916

Mi querido John Ronald: He leído esta mañana que Rob ha muerto. Yo estoy bien, pero ¿qué importa? Por favor, no os apartéis de mí, tú y Christopher. Estoy agotado y terriblemente deprimido ante esta noticia, la peor de todas. Ahora comprende uno, con angustia, lo que era en realidad la T.C.B.S. ¿Qué vamos a hacer ahora, querido John Ronald? Tuyo, como siempre, G.B.S.
Un día tras otro la misma rutina: un período de descanso, el retorno a las trincheras, más ataques (en general infructuosos), otro período de descanso. Tolkien estuvo entre quienes apoyaron el asalto al reducto de Schwaben, una gran fortificación en las trincheras alemanas. Se tomaron prisioneros, entre ellos algunos hombres de un regimiento sajón que en 1759, en Minden, había luchado junto a los Lancashire Fusiliers contra los franceses.

7. La huida de los fugitivos y la batalla de Cirith Thoronath

Entonces Tuor e Idril condujeron a los pocos del pueblo de Gondolin que pudieron reunir en la confusión del incendio por el camino secreto que Idril había preparado; y de ese pasaje los capitanes de Angband nada sabían, y no pensaron que ningún fugitivo tomara un camino hacia el norte y las cimas de las montañas, y el más próximo a Angband. No obstante llegaron allí, al cruce Cirith Thoronath se llamaba, la Grieta de las Águilas, y más allá de toda esperanza treparon con dolor y desconsuelo, porque esas altas cimas eran frías y espantosas, y tenían entre ellos muchos heridos, y mujeres y niños. A lo largo de ese estrecho sendero marchaban en línea, cuando cayeron en una emboscada de Orcos, pues Morgoth había montado guardia en las colinas de alrededor, y un Balrog estaba con ellos. La situación fue entonces espantosa, y difícilmente podría haberlos salvado el valor de Glorfindel, el de cabellos amarillos, jefe de la Casa de la Flor Dorada de Gondolin, si Thorondor no hubiera llegado en el momento oportuno. Muchos son los cantos que han cantado el duelo de Glorfindel con el Balrog sobre el pináculo de una roca; y ambos cayeron perdiéndose en el abismo.

En cuanto a Tolkien, el viernes 27 de octubre cayó enfermo. De inmediato fue enviado a Beauval, a quince kilómetros de las líneas, y de ahí a un hospital ubicado a poca distancia. Un día después se hallaba en un tren de enfermos con destino a la costa, y el domingo por la noche encontraron una cama para él en el hospital de Le Touquet, donde permaneció una semana. Pero la fiebre no remitió, y el 8 de noviembre fue embarcado a Inglaterra y enviado a Birmingham. De modo que en pocos días se encontró transportado desde el horror de las trincheras hasta las sábanas blancas y la ciudad que tan bien conocía. Se reunió con Edith. Poco después recibió una carta de su amigo G.B.Smith:
Salgo en misión dentro de unos minutos. Mi mayor consuelo es que si esta noche me voy por los imbornales todavía quedarán miembros de la gran T. C.B.S. para anunciar lo que yo soñaba y en lo que todos concordábamos. Estoy seguro de que la muerte de uno de sus miembros no puede disolver la T.C.B.S. La muerte puede hacernos repulsivos o impotentes como individuos, pero no puede poner fin a los cuatro inmortales. Es un descubrimiento que comunicaré a Rob antes de salir esta noche. y díselo también a Christopher. Que Dios te bendiga, querido John Ronald, y que digas las cosas que yo intentaba decir cuando yo no esté para decirlas, si ésa es mi suerte. Siempre tuyo, G.B.S

Y poco después de eso recibió la carta de Christopher Wiseman, su otro gran amigo diciendo
16 de diciembre de 1916  
Querido J.R.: Acabo de recibir de mi casa la noticia de que G.B.S. ha muerto el 3 de diciembre, a causa de las heridas recibidas por la explosión de una granada. No puedo decir ahora gran cosa acerca de esto. Ruego humildemente a Dios Todo· poderoso que me permita ser digno de él.
8. Los fugitivos errantes de Gondolin

Así, conducidos por Tuor hijo de Huor, el resto de los habitantes de Gondolin pasó por encima de las montañas, y descendió al Valle del Sirion; y huyendo hacia el sur por fatigosas y peligrosas sendas, arribó por fin a Nan-tathren, la Tierra de los Sauces, porque el poder de Ulmo estaba aún en el gran río y alrededor. Allí descansaron un tiempo y se curaron de las heridas y el cansancio; pero del dolor no pudieron curarse. Y celebraron la memoria de Gondolin y de los Elfos que habían perecido allí, las doncellas, y las esposas, y los guerreros del rey; y por el amado Glorfindel muchos fueron los cantos que se oyeron bajo los sauces de Nan-tathren en la declinación del año. Allí compuso Tuor una canción para su hijo Eärendil, en la que contaba la llegada de Ulmo, el Señor de las Aguas, a las costas de Nevrast en tiempo pasado; y la nostalgia por el mar despertó en el corazón de Tuor y también en el de su hijo. Entonces, en la Tierra de los Sauces, Ulmo, señor Vala, vino en su carro de aguas profundas, se sentó en el crepúsculo en las cañas del Sirion y le tocó su flauta mágica de caracolas huecas. Desde ese momento Tuor siempre anheló el mar y no tuvo paz en el corazón mientras moró en agradables lugares interiores.


Que digas las cosas que yo intentaba decir cuando yo no esté para decirlas. Las palabras de G.B. Smith eran un claro llamado para que Ronald Tolkien comenzara la gran obra que había meditado durante cierto tiempo: un proyecto enorme y asombroso con pocos paralelos en la historia de la literatura. Iba a crear una mitología completa.

El concepto podía parecer absurdo por ambicioso, pero a su regreso de Francia, Tolkien decidió realizarlo. Ése era el momento y el lugar: estaba una vez más con Edith, en Great Haywood, en el campo inglés que tanto quería. Incluso Christopher Wiseman, que estaba muy lejos en alta mar, sintió que algo estaba a punto de ocurrir. Escribió a Tolkien: «Deberías comenzar la epopeya». Tolkien lo hizo. En la cubierta de un cuaderno barato escribió con un grueso lápiz azul el título que había elegido para su ciclo mitológico: «El libro de los cuentos perdidos». En el cuaderno empezó a escribir lo que en su momento sería conocido como El Silmarillion.

 A principios de 1917 escribió el primero de los relatos, "La Caída de Gondolin" comenzando por un  poema, "Los Cuernos de Ylmir", sobre el encuentro de Tuor con Ulmo en la Tierra de los Sauces y así como este siempre anheló el mar, Tolkien siempre anhelo completar su propia mitología. Finalizo con un fragmento de dicho poema:

«Tuor recordó en una canción cantada a su hijo Eärendel
las visiones que las caracolas de Ylmir le provocaron
una vez en el crepúsculo de la Tierra de los Sauces.»
Fue en la Tierra de los Sauces donde la hierba es larga y verde;
yo estaba tocando las cuerdas del arpa, pues un viento se había arrastrado invisible
y hablaba en las copas de los árboles, mientras las voces de las cañas
susurraban tallosos susurros mientras la puesta del sol rozaba los prados,
melodías de tierra adentro sutilmente mágicas que sólo esas cañas podían tejer.
Fue en la Tierra de los Sauces cuando una vez Ylmir vino al anochecer
En el crepúsculo junto al río en una cosa hueca de caracolas
creó música inmortal, hasta que mi corazón bajo su hechizo
se rompió en el crepúsculo, y las praderas se desvanecieron
en caudalosas aguas grises que se alzaban alrededor de las rocas donde nadan las aves marinas.
[...]
Así el murmurante sueño me tomó en medio de esas lejanas y viejas cosas
(en una región solitaria y crepuscular, por cuyos viejos y caóticos caminos
no oí ningún sonido de voces humanas, en aquellos días más antiguos
cuando el mundo se tambaleó en el tumulto mientras los Grandes Dioses desgarraban la Tierra
en la oscuridad, en la tempestad de los ciclos antes de nuestro nacimiento),
hasta que las mareas bajaron, y el Viento murió, y toda la música del mar cesó
y desperté en cuevas silenciosas y playas vacías y paz.
Entonces la magia se alejó de mí y aquella música soltó sus bandas;
caracolas lejanas, lejanas, que llamaban, y he aquí que estaba en las dulces tierras,
y las praderas me rodeaban donde crecían los sauces llorones,
donde la larga hierba se agitaba a mi lado, y mis pies estaban empapados de rocío.
Sólo las cañas susurraban, pero una niebla pendía sobre los ríos
como una niebla marina arrastrada tierra adentro, como un jirón de sueños salinos.
Fue en la Tierra de los Sauces donde oí el aliento insondable
de los Cuernos de Ylmir llamando, y los oiré hasta que muera.
(Fragmento publicado en HTM IV. Formación de la Tierra Media)




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