Frase del día

martes, 27 de octubre de 2015

La Mortalidad y la Inmortalidad en ESDLA



Seguimos con la segunda parte del especial de día de muertos, celebración que hacemos a nuestros seres queridos que nos han tenido que dejar. En esta ocasión me centraré en la obra de El Señor de los Anillos (ESDLA) que indudablemente es la la obra narratológica por excelencia del profesor Tolkien.

Comencemos por preguntarnos acerca del tema principal de ESDLA. ¿Acaso se trata de la lucha del bien contra el mal? o ¿la corrupción que causa el poder? Las respuestas pueden ser diversas e incluso depende de quien lea la obra, desde visiones históricas hasta ecologistas. Sin embargo para Tolkien todos esos elementos eran solo partes que componían su obra, pero siempre hubo un tema fundamental que declaró en algunas cartas.
"Si se me pregunta, diría que el cuento no trata realmente del Poder y el Dominio: eso es sólo lo que pone las ruedas en marcha; trata de la Muerte y el deseo de inmortalidad. ¡Lo que apenas es más que decir que se trata de un cuento escrito por un Hombre!" [Carta 203]
ESDLA es entonces un ensayo de estética lingüística sobre la muerte y la inmortalidad. Dos conceptos antagónicos y sobre los cuales los elfos y los hombres basan sus deseos y donde recae su sufrimiento. Si bien en nuestro mundo se suele pensar en la inmortalidad como una manera de perdurar por siempre y escapar a la muerte, también se ve como algo inconcebible y que pasa a desvaneserse como un simple sueño de niños que debe ser olvidado. Sin embargo, en la tierra media, la inmortalidad es algo real pues los elfos y hombres coexisten y a la vez, poco entienden el uno del otro. Tolkien siempre intentó tener consistencia en sus historias para que fueran lo más creíbles y desde el inicio de la mitología vio a los elfos y los hombres como los hijos de Dios y durante toda su vida reflexionó sobre los cambios que habría en la forma de pensar de los pueblos al existir esta dualidad de seres habitando el mundo. 

Los elfos fueron los primeros en llegar a la Tierra bajo el cielo iluminado por las estrellas. Tienen un gran conocimiento y una belleza inigualable y fueron agraciados con el Don de la Inmortalidad. Por su parte, los hombres nacieron bajo los primeros rayos del sol y fueron bendecidos con el Don de la Mortalidad. 

Ambos dones son difícilmente entendidos por quienes los poseen y por tanto sus deseos son muy diferentes. Los hombres anhelan ante todo la inmortalidad, perdurar por siempre en el mundo que de alguna forma es el deseo de cualquier artista pues es lo más cerca que se puede estar de la inmortalidad. Sin embargo los grandes artistas son los elfos en los cuales podemos ver la estética en su más pura expresión, pues ellos son la obra que permanece en el mundo hasta el final de los días. Ellos ven a los mortales pasar en el mundo como hojas que caen de un árbol año con año y su deseo se basa en conservar lo que les parece hermoso tanto como puedan. De ahí que Fëanor  atrapara la luz de los árboles en los Silmarili, o que Galadriel tuviera un frasco donde se atrapó la luz de Earendil y este mismo deseo fue el que llevó a los elfos (sobre todo Celebrimbor) a forjar los anillos del poder.



Estos anillos están basados en el deseo de las diferentes razas y fueron concebidos como una forma de alcanzar aquello que más anhelaban. Por su parte los enanos tendrían grandes fortunas materiales al poseer los anillos y donde quiera que excavaran encontrarían joyas, oro, gemas y cualquier metal precioso. Los hombres tendrían la inmortalidad del cuerpo, tal como los elfos o mejor dicho, una longevidad tan grande como la vida de Arda. Finalmente los anillos de los elfos darían el poder de conservar y curar las cosas del mundo para que pudieran perdurar hermosas por siempre. El anillo de Galadriel, Nenya, permitió que Lothlorien se conservara al paso del tiempo durante muchas edades. El anillo de Elrond, Vilya logró curar las heridas que sufrían los cuerpos mortales que tenían los elfos. Finalmente Narya, el anillo de Fuego, fue concebido para reencender el espíritu como una llama que necesite avivarse.

Pero existe un gran precio por obtener lo que uno desea. En la filosofía budista se dice que el deseo y el anhelo es la fuente del sufrimiento y para poder eliminar el sufrimiento se debe eliminar lo que lo origina, por lo cual tienden a liberarse de cualquier atadura al mundo físico para tener una paz espiritual. Sin embargo los anillos del poder tomaron el camino contrario, pues si bien existía un deseo que causaba sufrimiento, el hecho de mitigarlo cumpliendo el deseo los llevaría a un sufrimiento aun mayor, incluso aunque Sauron no forjara el anillo del poder. Tal fue el caso de los elfos sobre los cuales el anillo único no tenía un poder absoluto y podían usarlos sin ser muy afectados.

El precio que pagaron los enanos fue el que conlleva la codicia misma y que se ve reflejada en la famosa "Enfermedad del dragón" o algo parecido al Rey Midas quien convertía en oro todo lo que tocaba. Además despertaron grandes calamidades que habían estado ocultas durante muchos años y que los llevó a la desolación. Destaca también que a pesar de que Sauron les dio los anillos a los enanos, estos jamás cedieron su voluntad lo cual enfureció a Sauron y decidió recuperar los anillos.

Los hombres obtuvieron la inmortalidad pero fueron dominados por el anillo del poder. Su voluntad cedió fácilmente convirtiéndolos en esclavos del anillo. Los Nazgul o espectros del anillo. El mismo Gollum fue dominado en gran medida por la voluntad del anillo único.

El precio que pagaron los elfos fue mucho más grande. El haber usado los anillos les concedió su deseo de mantener las cosas intactas al paso del tiempo, pero también los llevó a su desvanecimiento en la Tierra Media a tal grado que al final de la Tercera Edad quedaron muy pocos. Incluso saben que la destrucción del anillo único sellará su destino, pues los anillos perderán el poder que tenían.

Esto nos deja claro que hay que tener cuidado con lo que uno desea y pensar si realmente eso nos hará felices. De cualquier modo siempre existirá la tristeza y el sufrimiento. Basta con ver la historia de los elfos para descubrir unos seres crepusculares y melancólicos. Se ha explicado antes que su "inmortalidad" en realidad es una longevidad tan grande como la vida de Arda, no solo de cuerpo sino también en espíritu (lo cual explica la conexión tan grande que tienen con la naturaleza ya que están atados al mundo) pero también llegarán a un final, tanto su cuerpo como su espíritu, mientras que, según se les ha dicho, los hombres a pesar de tener una vida efímera en el mundo, su espíritu será realmente inmortal en cuanto a que no desaparece al final de los días y no está sometida a los límites del mundo (lo cual explica el porque los hombres siempre buscan ir más lejos y lograr metas más ambiciosas) y en este aspecto los elfos (y los mismos Ainur) llegan a envidiar a los hombres. Sin embargo los hombres nunca han sabido de alguien que haya regresado de la muerte que les cuente sobre esta inmortalidad, por lo cual solo queda una vana esperanza que se va desvaneciendo al igual que los elfos de la Tierra Media y su deseo de alcanzar la inmortalidad se vuelve más grande rechazando así el Don de Iluvatar.

Regresando a ESDLA podemos ver a Legolas hablando de la melancolía que siente sobre el paso del tiempo y el final de los días:

"No, el tiempo nunca se detiene del todo -dijo-, pero los cambios y el crecimiento no
son siempre iguales para todas las cosas y en todos los sitios. Para los elfos el mundo se mueve y es a la vez muy rápido y muy lento. Rápido, porque los elfos mismos cambian poco y todo lo demás parece fugaz; lo sienten como una pena. Lento, porque no cuentan los años que pasan, no en relación con ellos mismos. Las estaciones del año no son más que ondas que se repiten una y otra vez a lo largo de la corriente. Sin embargo todo lo que hay bajo el sol ha de terminar un día." (La Comunidad del Anillo)

Pero quizá quienes entienden mejor el drama de la mortalidad y la inmortalidad son Aragorn y Arwen. Por un lado Arwen renuncia a su vida inmortal por amor a Aragorn pero aun así debió soportar la pérdida de su ser querido que abandonó el mundo antes que ella, no por debilitamiento sino por decisión propia.

"[...] hasta ahora no había comprendido la historia de tu pueblo y la de su caída. Me burlaba de ellos, considerándolos tontos y malvados, mas ahora los compadezco al fin. Porque si en verdad éste es, como dicen los Eldar, el don que el único concede a los Hombres, es en verdad un don amargo." (Apéndices ESDLA)

Por su parte Aragorn comprendió el don de la mortalidad sin llegar al desespero como lo hizo Arwen y tuvo la dicha de elegir voluntariamente el momento de partir.
"[...] Con tristeza hemos de separarnos, mas no con desesperación. ¡Mira! No estamos sujetos para siempre a los confines del mundo, y del otro lado hay algo más que recuerdos. ¡Adiós!" (Ibidem)

Este destello de esperanza por parte de Aragorn y Arwen nace de alejarse de los anhelos propios de sus razas en lugar de buscar como obtenerlos y si bien los Elfos se desvanecieron para dar lugar al reino de los hombres, su legado sobre este Espejo de concepciones entre la Mortalidad y la Inmortalidad es invaluable. En palabras del profesor:
"Un divino «castigo» es también un divino «don» si se lo acepta, pues su objetivo es la bendición final, y la suprema inventiva del Creador hará que los «castigos» (es decir, el cambio de designio) produzcan un bien no alcanzable de otro modo: un Hombre «mortal» tiene probablemente (diría un Elfo) un destino más alto, si bien no revelado, que un ser longevo. Intentar por algún recurso o «magia» recuperar la longevidad es, pues, la suprema locura y maldad de los «mortales». La longevidad o la falsa «inmortalidad» (la verdadera inmortalidad está más allá de Eä) es el principal anzuelo de Sauron: convierte a los pequeños en un Gollum, y a los grandes en un Espectro de los Anillos" (Carta 212)



jueves, 15 de octubre de 2015

Los Dioses de la Muerte y el Destino de los Elfos y los Hombres

Se acerca la celebración del día de muertos, en la cual muchos aquí en México (y algunos paises de centroamérica) festejamos a los difuntos comiendo un delicioso pan de muerto acompañado de un rico chocolate mientras recordamos a nuestros serés queridos y como homenaje de ello veremos algunas de las ideas que tuvo Tolkien para responder la pregunta del Destino de Elfos y Hombres después de la muerte.

Al ser un tema tan extenso lo repartiré en 3 partes que comprenderán el desarrollo desde los primeros escritos hasta el final de la vida del Profesor

En esta primera parte empezaremos con las ideas que tuvo Tolkien entre 1917 y 1930. En esta época se fue formando el legendarium y dando los primeros avances al Ainulindalë. Tenía la intención de crear una mitología para Inglaterra dando los origenes de la isla británica. Surgieron los elfos apartir de una lengua que apareció en sus sueños (posteriormente Quenya) y tuvo siempre la firme idea de que las lenguas crean historias, en lugar de que se crearan lenguas para las historias inventadas (como el caso de escritores de alta fantasía posteriores). Los elfos (o gnomos) se definieron como seres inmortales, altos y hermosos como ningún otro. Junto con ellos existieron los Hombres cuyo destino fue marcado por la mortalidad.

Todo comienza con un mito cosmogónico: la Música de los Ainur. Se revelan Dios (Iluvatar) y los Valar (o poderes anglificados como dioses). Éstos son, como si dijéramos, poderes angélicos cuya función consiste en ejercer la autoridad en sus esferas (de regencia y gobierno, no de creación, hechura o rehechura). Desde el inicio Tolkien uso esta idea y la mantuvo con pocos cambios hasta el final de su vida. Las palabras de Iluvatar son:
«He aquí que amo al mundo, y es éste un recinto de juegos para los Eldar y los Hombres, que son mis bienamados. Pero cuando lleguen los Eldar serán con mucho las más hermosas y las más amables de todas las criaturas; irán más hondo en el conocimiento de la belleza y serán más dichosos que los Hombres. Pero a los Hombres les otorgaré un nuevo don, más grande todavía». Por tanto dispuso que los Hombres tuvieran una libre virtud por la que dentro de los límites de los poderes y las sustancias y las oportunidades del mundo pudieran modelar y proyectar su vida, aun más allá de la original Música de los Ainur. que para toda otra cosa es destino.
Esto no significa que los elfos carezcan de libre albedrío, sino que su vida está atada a la vida de Arda. Una longevidad que llega a confundirse con la inmortalidad real, mientras que los Hombres permanecen un corto tiempo en el mundo.

Se dijo que los elfos podían morir si su cuerpo era herido de gravedad (tal como los hombres) pero su destino después de la muerte era muy diferente. Se dijo que los Elfos esperan en los recintos de Mandos hasta que Vefántur (Valar de la muerte) los libera decretando que renazcan en sus propios hijos.

Ahora bien, dentro de los Valar hubo dos que eran encargados del mundo de los muertos. Fantur de la Muerte, Vefántur Mandos y Fui Nienna, Señora de la Muerte (destaca que en estos años aun no aparecía Vairë, la tejedora, entre los Valar). En sus estancias se decreta, como ya se dijo, el renacimiento de los elfos.


En el caso de Fui Nienna, sin embargo, nos encontrarnos con ideas que entran en profunda contradicción con el pensamiento central de la posterior mitología. Nienna es la juez de los Hombres en sus recintos, que tienen el nombre de Fui, según ella misma se llama; y a algunos los retiene en la región de Mandos, mientras que la mayor parte aborda la negra nave Mornië, que no hace otra cosa que trasladar a estos muertos a lo largo de la costa hasta Arvalin, donde yerran en la penumbra esperando el fin del mundo. Pero a otros aun los envía a Melko con el que han de sufrir «malos días» en Angamandi Finalmente (esto es lo más extraordinario) hay muy pocos que van a vivir entre los Dioses en Valinor.
Pocos son y felices en verdad aquellos a los que se manifiesta Nornorë [Posteriormente Fionwë], el heraldo de los Dioses. Van entonces con él en carrozas o montados en magníficos caballos al valle de Valinor y se reúnen en los recintos de Valmar, morando en casa de los Dioses hasta la llegada del Gran Final. Se encuentran muy lejos de las montañas negras del norte o de las llanuras neblinosas de Arvalin, y la música y la luz clara les pertenecen, y en ellas se deleitan.
Encontramos un paralelismo muy obvio, porque las ideas extraídas de la teología cristiana están presentes de manera explícita, entre el Cielo (Valinor) el purgatorio (Arvalin) y el infierno (Angamandi). Mientras que las estancias de Mandos es donde reciden las almas de los elfos hasta que decidan ser regresados al mundo. 

La nave negra Mornië es la que lleva a los Hombres muertos al "purgatorio" y deja ver un destello de Valinor que mantiene viva la esperanza para estas almas destinadas a esperar hasta el Gran Final

Entonces, cuando está cargada, por propia iniciativa despliega las velas negras, e impulsada por una suave brisa recorre esas costas. Todos los que están a bordo, al llegar al sur, echan una mirada de nostalgia y dolor a ese lugar entre las montañas donde es posible tener un atisbo de la distante llanura de Valinor; y esa abertura está cerca de Taniquetil, donde se encuentra la ribera de Eldamar. No ven nada más de ese luminoso lugar, y son arrastrados hacia las amplias llanuras de Arvalin. Allí van de un lado a otro en la sombra, acampando donde pueden; no obstante conocen el canto, y alcanzan a ver las estrellas, y esperan pacientes la llegada del Gran Final. 
Una vez que llegan a las llanuras de Arvalin (lugar donde moraba Ungoliant antes de la caida de los Árboles, llamado también Habbanan), la espera es larga y dolorosa. Tolkien hizo un poema  pensando en esas almas de Hombres. Se titula Habbanan bajo las estrellas

En Habbanan bajo los cielos
donde terminan todos los caminos, aun los más largos,
hay un sonido de guitarras distantes
y distantes ecos de una canción,
porque allí los hombres danzan
alrededor del fuego rojo mientras canta una voz...
Y la noche los envuelve.

No una noche como la nuestra, pobres desdichados,
donde cerca de la Tierra en brumosa valla
se despliega una niebla que envuelve las estrellas
como delgado humo errante
oscureciendo con su velo apenas visible
la quieta serenidad de los abismos.

Un globo de vidrio oscuro facetado de luz
en el que huyen los vientos crepusculares;
espacios no hallados de una planicie olorosa
que vigila la luna mucho tiempo tendida
y recibe la ígnea lluvia de meteoros...
Tal es allí la noche.

Allí de un golpe advirtió mi corazón
que los que cantan en la Víspera,
los que responden a la luz de las estrellas
con la luminosa música de extrañas guitarras
eran los hijos felices de andar errabundo
acampados en esos prados etéreos
donde el inmaculado vestido de Dios
recubre glorioso las poderosas rodillas.



Estos pasajes son muy confusos pues denotan un gran dolor y desespero ante el Don de Iluvatar. Algunos dicen que las ideas judeocristeanas en el legendarium de Tolkien fueron concebidas antes de la idea del Don de la Muerte y que posteriormente fueron abandonadas. Sin embargo hay muchos detalles lingüisticos que indican lo contrario. Entonces ¿Existe esperanza detrás de todo este dolor?

En el Ainulindalë da una referencia a la Segunda Música, que es la esperanza de los hombres después del Gran Final, aunque a los elfos no se les da ninguna certeza. 
Se dice que una [música] con mucho más poder se entretejerá ante el trono de Ilúvatar por los coros tanto de los Ainur como de los hijos de los Hombres después del gran final. Sin embargo, mientras que los Hijos de los Hombres se unirán al cabo del curso de todas las cosas a la Segunda Música de los Ainur, qué les destinaba Ilúvatar a los Eldar más allá del fin del mundo, no lo ha revelado a los Valar siquiera, y Melko no ha podido descubrirlo. 
La idea de la mortalidad y la inmortalidad han estado presentes desde el inicio de la obra de Tolkien y han ido cambiando con el tiempo hasta el final de sus días. En la siguiente parte abordaremos como fue esta concepción al escribirse El Señor de los Anillos.

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