Lo encontraron boca abajo en el antiguo camino donde permanecía inmóvil y deshecho entre las hierbas amarillentas. La vida le había sido arrancada del cuerpo por hachas, casi destruyendo el símbolo de Rohan en su cota de malla. No lejos de él estaba el resto de su caballo, un orgulloso Maeras asesinado por flechas negras que atravesaban su hermoso cuello.
Tan pronto desmontaron para preparar un simple sepulcro para el cuerpo, una ráfaga de viento occidental repentinamente trajo el conocido estruendo de acero y gritos. El asesino había encontrado nuevas víctimas
Hoy, la sangre y el acero se mezclarán con el agua.
Un pequeño grupo de jinetes de Rohan, caballeros de la guardia personal del Rey Theoden, estaba atrapado en el centro del vado y desde ambos lados del río se acercaban hombres de las Tierras Salvajes.
El agua llegaba a las rodillas de las monturas y los caballeros intentaban proteger a un emisario que vestía una capa negra y montaba un caballo gris. Tan pronto los escudos pardos de los jinetes se rompieron, las mortales flechas de los hombres salvajes volaron derribando a dos de ellos.
Eomer, Eleanor y Eowyn no dudaron en ayudar a los hombres bajando la colina. Eran sus amigos y cualquier ayuda que pudieran ofrecerles, se las darían.
En medio del río había tres hileras de piedras planas y escalonadas atravesaban la corriente y entre ellas corrían los vados para los caballos, que desde ambas riberas llegaban a un islote desnudo en el centro del río.
Se acercaron corriendo al islote para liberar al mensajero. Eomer atacó rápidamente al Berseker que iba a su encuentro mientras Eleanor y Eowyn aseguraban el área con los jinetes que quedaban, donde el agua canturreaba entre las piedras haciendo remolinos.
-¡Vamos! - gritó Eowyn al mensajero que se encontraba acurrucado en el suelo.
-Levantaos para la batalla pues toda arma será agradecida.
-Levantaos para la batalla pues toda arma será agradecida.
Entonces el hombre se levantó y busco algo entre sus ropas.
- Está bien -dijo -aunque no creo que mi cuchillo pueda hacer mucho. De cualquier pelearé junto a ustedes.
Después de hacer retroceder a los hombres salvajes, se dieron cuenta que el mensajero era el consejero personal del Rey Theoden, Grima lengua de serpiente, que ahora se encontraba entre los hombres defendiendo los vados.
-¿Grima? - dijo al fin Eomer. -Parece que nos encontramos en un buen momento.
-O malo -respondió Grima -pues hubiera preferido mil veces veros en el palacio del Rey, sin embargo aquí estamos y parece que la batalla no ha concluido.
En ese momento docenas de Dunledinos bajaban hacia el río gritando y alzando sus armas en señal de contienda.
-¡Debemos movernos al camino del Rey! - gritó Eleanor a los pocos Rohirrim que quedaban. -Debemos proteger al consejero a cualquier costo.
Así continuó la batalla donde merodeadores y bandidos atacaban sin piedad mientras los soldados intentaban no perder la formación. Eomer iba hasta adelante mientras Eowyn se mantenía atrás junto a Grima para que no lo mataran. Eleanor veía los movimientos de los enemigos y en varias ocasiones previno a los soldados de los ataques sorpresa que realizaban los salvajes.
El asalto de los Dunledinos era implacable y los brazos de los soldados estaban cansados.
-¡Llévenme a Isengard! - suplicaba Grima, pero la batalla aun no concluía.
Era el momento de la última defensa donde tendrían que doblegar la voluntad de sus enemigos o dar su vida en una heroica última resistencia.
La lluvia arreció y del norte se acercó el capitán de los Dunledinos cubierto de pieles, empuñando un sable con tres picos en la punta y acompañado de dos hombres que llevaban horquillos puntiagudos.
Un jinete que servía a Erkenbrand se adelantó a su encuentro pero poco pudo resistir ante los tremendos golpes que arremetieron. Eomer enfurecido abatió a uno de los salvajes, pero en el ataque quebró su propia espada. Ahora se encontraba indefenso y el capitán lo tumbó rompiéndole el brazal del lado izquierdo.
-¡Eomer!- Grito Eowyn intentando rescatar a su hermano, pero el cansancio de la batalla no le permitió defenderse y apenas pudo derrotar a uno de los salvajes, cayó de bruces al suelo.
Más atrás, Eleanor seguía defendiendo a Grima pero la batalla había durado mucho y su vista se le nublaba. Pronto se vio desmayada en el suelo junto a los cuerpos de los valientes Rohirrim que murieron en los vados.
Al ver que sus compañeros habían caído, Eomer se llenó de rabia y tomando el pedazo de espada rota que le quedaba, se abalanzó sobre el Capitán clavando el arma en su cuello terminando así con la su vida.
Cuando su enorme cuerpo cayó en el río, los pocos hombres salvajes que quedaban huyeron. Habían pensado que vencerían fácilmente, pero el grupo de extraños soldados que apareció en la cresta oriental había aliviado a los hombres de Rohan. Privados de su premio, los hombres Salvajes restantes se retiraron a los rocosas tierras altas al noroeste del vado. Sus caras pintadas de azul gritaban con furia hacia los vencedores mientras sus hachas golpeaban los símbolos de jabalí en sus escudos con promesas de venganza.
Los Rohirrim restantes se encontraban exhaustos y la victoria tuvo un sabor amargo cuando vieron la cantidad de hombres fallecidos. Comenzaron a levantar a los que seguían con vida. Eowyn y Eleanor se incorporaron pronto pues eran fuertes de espíritu y se alegraron de ver que a pesar de todo tuvieron éxito en su misión.
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